2 de marzo de 2024

Philip K. Dick


Tal día como hoy, en 1982, abandonaba nuestro plano existencial el escritor, filósofo, hombre inconformista, espíritu libre, artista influyente e icono de la cultura pop, Philip K. Dick. Probablemente sea el autor con más imaginación en el que me he adentrado, y desde muy joven lo considero uno de mis favoritos. No obstante, cuanto más me deslumbra la obra de un artista, más rehuso los panegíricos sobre su figura. Por lo cual, permitidme hacer mío un fragmento del ensayo Philip K. Dick: un visionario entre charlatanes (Wizjoner pośród szarlatanów, 1975), del maestro de las letras polacas Stanisław Lem:

«Como norma, Dick se abalanza sobre los escombros de los materiales de trabajo de los mediocres profesionales norteamericanos de la ciencia ficción, añadiendo con frecuencia un toque de auténtica originalidad a conceptos harto desgastados y, lo que sin duda es más importante, erigiendo con ellos construcciones verdaderamente suyas. El mundo enloquecido, con un flujo de tiempo espasmódico y un entramado de causas y efectos que se retuerce sin equilibrio, el mundo de la física frenética es, incuestionablemente, invención suya, una inversión del estándar tradicional según el cual sólo nosotros podemos ser víctimas de la psicosis, nunca nuestro entorno. [...] Sí, es cierto que a veces sus obras no alcanzan el objetivo deseado; pero yo sigo bajo su hechizo, como suele ocurrir al ver los esfuerzos de una imaginación solitaria lidiando con una avasalladora superabundancia de oportunidades; esfuerzos en los cuales hasta una derrota parcial puede parecer una victoria.»

Los que continuamos bajo su hechizo celebramos hoy la plena contemporaneidad de sus relatos y novelas, una estimulante obra que nos impele más que nunca, en este presente delirante, a cuestionar nuestra presunta libertad de pensamiento, a meditar sobre el entramado que percibimos como realidad y a intentar alcanzar un mínimo de emancipación de las poderosas ondas gravitatorias de esos agujeros negros supermasivos que llamamos deseo, anhelo e ilusión.


Retrato “Philip K. Dick” (1975).

© Frank Ronan


The Flaming Lips: “The Observer” (1999).


4 de febrero de 2024

“Pobres Criaturas” (Poor Things, 2023), de Giórgos Lánthimos


Os va a sonar a confesión desmesurada, pero, para un servidor, cada estreno de Giórgos Lánthimos es un acontecimiento. Y si bien celebro que haya vuelto a colaborar en el guion con Tony McNamara —creador de la tristemente ignorada serie The Great (2020–2023)—, como hiciera con La favorita (The Favourite, 2018), no puedo evitar anhelar la contribución a su filmografía de Efthimis Filippou, con libretos tan poderosos como los de Canino (Kynódontas, 2009) o Langosta (The Lobster, 2015). 


Aunque ha transcurrido menos de un año desde su estreno en La Mostra de Venezia, donde fue premiada con el León de Oro, me atrevo a decir que Pobres Criaturas ya se encuentra entre las mejores películas de su realizador. Basada en la novela homónima de Alasdair Gray, que reformula la invención de Mary Shelley a través del “monomito” de Joseph Campbell, la cinta exhibe una vivaz realización llena de recursos provocativos, como la lente ojo de pez, el montaje abrupto o la disonante música de Jerskin Fendrix. Todo ello a fin de recuperar la inquietante imaginación de Roal Dhal, la sátira hacia las convenciones sociales de Jonathan Swift y el humor absurdo y agudo de los Monty Python, potenciado este último por el ingenio de McNamara, todo un maestro en el empleo narrativo del humor más negro y salvaje. 


Y siempre en el centro, como nuestro planeta en los arcaicos mapas estelares, la actriz Emma Stone, capaz de vaciarse por completo en un papel inolvidable, a la altura de las actrices protagonistas del cine de autor más audaz. Con un irresistible espíritu punk, con el que es imposible no encontrar en su metraje reflejos de la decadente sociedad occidental actual, Poor Things nos habla de la ineludible búsqueda personal del autoconocimiento (tanto intelectual y sexual como espiritual), de esa guerra de trincheras a la que todo individuo se enfrenta si le urge conservar su libertad frente a la multitud; y de la fragilidad y singularidad de todas y cada una de las personas que habitan este escenario hermoso, esférico y enfermo al que llamamos hogar




 Death in Vegas: “Hands Around My Throat” (2002).







Imagen de la cabecera extraída de la película "Metrópolis" (1927) dirigida por Fritz Lang